29 de mayo de 2018
Alice
En este artículo, compartimos un extracto de The Shift: How Seeing People Changes Everything. (El Cambio: Cómo ver personas cambia todo). Este libro es un ejemplo vívido y real del impacto personal e insitutional de las ideas transformadoras de Arbinger al interior de una organización de salud— las casas de asistencia HG.
Por Kimberly White, autor de The Shift: How Seeing People Changes Everything / Mayo 29, 2018
A estas alturas, me había acostumbrado a la atmósfera de las casas de asistencia, pero había un paciente que trataba de evitar: Alice.
Su rostro era juvenil y suficientemente placentero, pero le faltaba un lado de la parte superior de su cabeza. Simplemente le faltaba. Parecía que su cráneo simplemente se había colapsado sobre su ojo izquierdo, más allá de donde debería estar un cerebro sosteniéndolo. Ella usaba una gorra de beisbol, pero hubiera tenido que jalarla hasta sus cejas para cubrir por completo el desfiguramiento. La piel en esta parte estaba acanalada con cicatrices y sin pelo, de manera que no podías evitar la grotesca depresión calva si mirabas en dirección a ella. Había echado un vistazo y luego tratado de no volver a hacerlo; si miraba temía que pudiera fijar mi vista horrorizada. En una ocasión durante el almuerzo sucedió que ví a Alice en el comedor; ella estaba mirando hacia el lobby donde yo estaba. Me percate de ella porque escuché que pedía algo a una asistente que pasaba, pero el siguió su camino pasando frente a ella. En respuesta, ella murmuró la palabra con Ch muy claramente. Unos momentos después el salió del comedor, agarró algo, y volvió a entrar, y ella pidió nuevamente lo que reconocí como “jarra”, pero una vez más el caminó justo frente a ella (y ella respondió con la palabra Ch una vez más). Otro miembro del staff entró al comedor, y Alice gritó, “Jarra”, en esta ocasión moviendo su jarra de agua, pero una vez más pasaron frente a ella sin ayudarla. Ahora bien, yo había sufrido una herida en la cabeza a principios de mis años 30, y después de mi recuperación inical comence a tener problemas diciendo los nombres de objetos domésticos comunes. No habia nada mal con mi boca, o mi forma de pensar, pero mi cerebro simplemente no podía acceder a ciertas palabras. La condición se llama afasia: no la quieres tener. Podía estar hablando y luego, de repente, no podía decir "bolso" o "armario" u otras palabras comunes y me congelaba por completo y no podía hablar, o descubría que había dicho una palabra relacionada (pero incorrecta): como si dijera "zapatos" cuando quise decir "calcetín". Lo encontré frustrante y vergonzoso; me hacía parecer olvidadiza y estúpida cuando no era ninguna de las dos cosas, y me ponía bastante sensible al respecto. Al mirar los ojos agudos de Alice mientras intentaba preguntar lo que fuese que quería, sin decir nada más que sustantivos e insultos, cada vez más frustrada, una sensación de familiaridad se apoderó de mí; reconocí esa experiencia que estaba teniendo. Vi su cara y fue como mirar mi propia frustración. Sabía cómo se sentía: sabía lo que quería decir, pero ella no podía obligar a su cerebro a decirlo. No recuerdo haber decidido ayudarla, pero allí estaba yo, en su mesa. "¡Jarra, agua, limón!" Balbuceó cuando me vió. "¿Quieres una jarra de agua con limón?" Supuse, lo cual parecía bastante fácil. Ella asintió. Luego dijo, expresivamente, "1, 2, 3, -grosería-!". Mirando hacia atrás, no puedo imaginar cómo supe lo que significaba, pero lo hice, al instante, como si fuera el mensaje más claro del mundo: "Le dijiste a tres personas, y ninguna de ellas te ayudó". Ella asintió de nuevo. Me dolía el corazón por ella, esta pobre mujer frustrada, incapaz de decir las cosas que los obligarían a detenerse y escuchar. Había algo más que quería decir, pero al final no salió ningún sonido de su boca abierta sino una especie de gruñido. Frustrada, sacudió la cabeza y gritó una grosería de nuevo. "Lo sé", le dije, "odio cuando no puedo decir la palabra correcta. Voy a esperar”. Ella me sonrió entonces, asintió, y señaló la parte de su cabeza colapsada en explicación. Un momento después ella pudo decir la palabra. Pero estoy tratando, de una manera diferente, de encontrar las palabras que puedan expresar el sentimiento que me invadió cuando esta querida mujer me sonrió y señaló su herida. Porque descubrí que lo había olvidado. La había estado mirando y hablé con ella y no pensé ni por un segundo sobre su cabeza deforme. Lo mismo que había encontrado tan grotesco y pasé dos días evitando tener que mirar, había estado a pulgadas de distancia y ni siquiera lo registré. Cuando ella lo señaló, ni siquiera vi una desfiguración, solo vi piel. En ese momento, podría haber besado esa cicatriz hundida, ese trágico recuerdo de lo que nosotros, como dos seres humanos sin relación que nunca antes nos habíamos conocido, de alguna manera improbable compartíamos. Aquí está la historia de Alice: había estado sola en casa cuando sufrió un aneurisma cerebral. Sabía que algo andaba muy mal, subió a su automóvil y se dirigió directamente al hospital. Llegó al estacionamiento con el último suspiro de energía, el último de hecho, porque una vez que el automóvil se detuvo, se encontró demasiado débil para salir de allí. Se sentó allí, indefensa, a la vista del hospital al que no podía llegar, durante dos días antes de que alguien la notara. Cuando terminé de ayudar a Alice, descubrí que quería correr, saltar y bailar; Me sentí tan emocionada por dentro que quise expresarlo afuera. He hecho algo bueno; este día que estaba viviendo era importante para alguien más. No podía recordar la última vez que la vida de otra persona se mejoró gracias a mi. Sentí que de repente entendí, en mi alma, lo que las personas que trabajan en centros de enfermería especializada me habían estado diciendo todo el tiempo: poder ayudar a las personas es la mejor sensación del mundo. Es mucho mejor que lo que sentimos cuando pensamos en nosotros mismos. Es mejor que estar en lo cierto, es mejor que tener una gran historia que contar sobre nuestra propia grandeza. Es el sentimiento que hace que la humanidad sea algo maravilloso e incomprensible. Es lo que está del otro lado del cambio. Puedes ordenar el libro de Kimberly próximo a salir aquí. |