11 de mayo de 2018
¿Por qué es sabio compartir tu ignorancia?
¿Es un pensamiento, opinión o convicción? Aquí hay algunas razones por las cuales esa distinción es importante.
Por James Ferrell, Socio Director y Autor | 11 de Mayo, 2018
La humanidad está olvidando cómo estar en desacuerdo. No me refiero simplemente a que nuestra manera de estar en desacuerdo sea cada vez más problemática (aunque lo es). Quiero decir que tenemos un problema aún mayor: ya no sabemos cómo estar en desacuerdo porque no sabemos en qué estamos pensando.
En esa postura, esto parece ser obviamente falso. Después de todo, ¿ha habido algún momento en la historia del mundo en que las personas estuvieran más seguras de sus opiniones? Pero este es precisamente el problema. Las opiniones son cosas de las que nadie debería estar seguro. Deben sostenerse de la misma manera que uno sostiene una bandeja en un buffet de postres, listo para dejar uno en el momento en que vemos una mejor opción. Y, sin embargo, parece que cada vez somos más incapaces de hacer esto. Nos centramos en nuestras opiniones precisamente porque hemos perdido de vista el hecho de que son meras opiniones. Tres tipos de opinión De uno de mis colegas de Arbinger, aprendí una manera muy útil de pensar sobre mis propios puntos de vista. La idea es que mis puntos de vista sean uno de estos tres tipos: 1. Cosas sobre las cuales tengo pensamientos 2. Cosas sobre las cuales tengo opiniones 3. Cosas con las que tengo convicciones Creo que nuestra cultura está sufriendo de lo que podría llamarse “opinión reptante”, la elevación de pensamientos no respaldados al estatus de opiniones y las opiniones a convicciones. Cuando elevamos nuestros propios puntos de vista de esta manera, estamos siendo deshonestos con nosotros mismos y engañando a los demás. Este descuido y arrogancia de pensamiento pone en riesgo los resultados corporativos, pone en peligro la felicidad familiar y convierte nuestra política en una lucha de proporciones épicas y trágicas. Podemos aprender a estar en desacuerdo con los demás de manera más productiva solo si primero evaluamos y calificamos nuestros propios pensamientos. ¿Cómo podemos hacer esto? Evaluando y calificando nuestros propios pensamientos Así es como lo hace mi amigo en sus comunicaciones; tiene precaución de categorizar sus puntos de vista en una de las tres formas enumeradas anteriormente: como pensamientos, opiniones o convicciones. Por ejemplo, a veces dice: “Tengo algunas ideas al respecto, pero todavía no tengo una opinión”. Con esto quiere decir que es consciente de que no ha pensado lo suficiente sobre el tema, ha investigado lo suficiente o recibido el entrenamiento que necesitaría para tener pensamientos que puedan considerarse razonables. Se da cuenta de que sus puntos de vista en tales casos son tan propensos a ser impulsados por prejuicios personales como cualquier otra cosa y, por lo tanto, pueden ser no confiables. Él es lo suficientemente humilde para admitir esto a sí mismo y a los demás. Otras veces dice: “Tengo una opinión al respecto, pero no una convicción”. Con esto quiere decir que aunque ha pensado lo suficiente sobre el tema como para tener una opinión razonada, reconoce que el asunto es algo sobre lo que uno no puede estar seguro o todavía tiene lagunas en su comprensión y que su posición puede ser incorrecta. Él es lo sufcientemehte honesto como para ser claro acerca de eso con los demás. En ocasiones él dirá que tiene una convicción sobre cierto punto. Cuando dice esto, se que cree que ha puesto el suficiente esfuerzo para comprender un tema y que confía plenamente en que todo lo tiene bien y que su punto de vista no está siendo indebidamente impulsado por el prejuicio. Debido a que es consciente de sí mismo y honesto acerca de sus puntos de vista, cuando dice que tiene una convicción, tomo nota. La gente puede estar equivocada, por supuesto, incluso acerca de sus convicciones. Sin embargo, considero que la manera en que mi amigo clasifica la fuerza relativa de sus puntos de vista es increiblemente útil, y tengo suficiente experiencia con este enfoque para creer que hablar y escuchar de esta manera tendría un impacto en la salud y eficacia de nuestras comunicaciones en el trabajo, en el hogar, en nuestras comunidades y en nuestra política. Por ejemplo, los socios en una relación que se dan cuenta de que muchas de las diferencias entre ellos son simplemente diferencias de opinión, son mucho menos propensos a enrredarse en conflicto que aquellos que están convencidos de la precisión de sus puntos de vista. Del mismo modo, las personas de negocios que siguen siendo conscientes de su propia ignorancia, buscarán ayuda y respuestas que las personas con opinión no sienten ni el deseo ni la necesidad de encontrar. Previniendo la Opinión Reptante Cuando nos estamos volviendo "reptantes de opinión", tendemos a tener convicciones sobre muchas cosas y a tener opiniones sobre casi todo lo demás. Nos cegamos a la enormidad de nuestra ignorancia. ¿Cómo podemos evitar hacer esto? ¿Cómo podemos saber si nuestras opiniones están avanzando? Podemos controlarnos prestando atención a dos cosas: con qué frecuencia expresamos una convicción, por una parte, y con qué frecuencia admitimos la ignorancia, por la otra. Demasiadas convicciones o muy pocas aceptaciones de ignorancia pueden indicar que nuestras opiniones se están reptando. Curiosamente, cuanto más conscientes y honestos seamos de nuestra propia ignorancia, más seriamente considerarán otros lo que tenemos que decir. Eso puede parecer al revés. Pero si lo piensas, tiene sentido. Después de todo, a nadie le gusta un reptante. Más artículos |